jueves, 27 de marzo de 2014

Las gemelas que la selva vio nacer



Es paradójico que la misma escuadra –grupo de policías, conformado por 12 hombres- que hacía sólo dos meses ofrendó la vida de uno de sus policías, ahora utilizaran sus habilidades, y no precisamente con las armas, sino para salvar tres vidas en Pavarandó. 

Era la madrugada del 17 de agosto del 2012, precisamente un día sábado, que como de costumbre en el corregimiento de Pavarandó, no contaba con servicio en el centro médico. Pavarandó, un lugar en medio de la selva tropical, donde se mezcla la lluvia con el sol, y el verde de sus árboles adornan los atardeceres, dando sombra a la viviendas y a quienes buscan bajo sus hojas un descanso, sus mañanas un poco frívolas, obligan a sus habitantes a cubrirse un poco más de lo normal.

“Son pocas las horas que duermo en las noches” exclamó el Intendente (IT.) -Tercer grado del Nivel Ejecutivo de la Policía Nacional- Guiza, “siempre estamos alerta ante cualquier emboscada por parte de los contrarios (subversivos)”, continúa diciendo el IT., “…cada día es una oportunidad más de vida para los que nos encontramos aquí”.

Son las 4:30 A. M. “una parte de mis hombres custodian el descanso de quienes han entregado turno” dice el IT.; en unos “cambuches” armados con carpas pixeladas, sostenidas con madera, ahí se encuentran durmiendo los patrulleros Álvarez y Zapata, en medio de frio del monte, el zumbar de los sancudos y el canto de los renacuajos que habitan en los charcos.
Se ve llegar entre los arbustos a Pedro, hermano de Eliana, a quien sus ojos somnolientos delataban preocupación y a la vez pedían ayuda, “acompáñenme a mi casa, Eliana va a parir y no hay médico ni partera” dijo Pedro al IT. Guiza; se dirigió entonces hacia el “cambuche” el IT. para despertar a los patrulleros Alvarez y Zapata, pues estos son los enfermeros de escuadra. Pero… nunca antes estos policías habían atendido un parto en este, casi que olvidado, lugar, conocido como ya se ha mencionado, Pavarandó, ubicado a una hora de su municipio principal, Mutatá, aunque en ocasiones el recorrido pareciese ser más largo, por su pedregoso camino y la lentitud de los “UAZ” - vehículos camperos - los únicos que entran a esta zona.

A una humilde casa de madera y plástico, un hogar en el que el aire escaseaba para los presentes, ante el reducido espacio de la humilde vivienda; llega el IT. y los patrulleros, acompañados por Pedro y otros policías encargados de la seguridad; los ladridos de un perro negro los recibe, adentro se encuentran varias personas inquietas, casi que desesperadas, todos familiares, según lo manifiesta Pedro. En una rustica cama se encuentra ella, Eliana, su aspecto pálido, el sudor corría por todo su cuerpo, y lágrimas por sus mejillas, que al ver la presencia de los enfermeros policías, hacen brillar sus ojos, como una luz de esperanza.

Pocos elementos, pero los necesarios como para iniciar con el parto, el vientre de Eliana a punto de reventar, el patrullero Zapata haciendo las veces de auxiliar, mientras el patrullero Álvarez se prepara para recibir la criatura, que por primera vez vería la luz del mundo, en la puerta el Intendente Guiza, listo para realizar las primeras atenciones de la bebé, en la cocina la madre de Eliana calentando el agua para bañar a la recién nacida. Puja fuertemente Eliana, un llanto muy fuerte se escucha ¡Que alegría! a nacido Valeria, la toma en sus brazos en IT. para lavar su pequeño cuerpecito. Pero… ¿Qué pasa? Eliana sigue teniendo contracciones ¡No puede ser! Hay otro bebé en su vientre, pues Eliana sólo hasta ese día, vino a darse cuenta que llevaba más de un ser en su vientre.

Nace la segunda bebé, el asombro se apoderaba de todos en aquella casa, eran sentimientos encontrados, sin embargo, la alegría era el mayor sentimiento que podían reflejar; han nacido las dos criaturas, Eliana sigue teniendo mucho dolor, hay confusión entre quienes atendían el parto, entra la incertidumbre de la existencia de otro bebé, pero no salía, Eliana se estaba quedando sin fuerzas, su vida estaba corriendo peligro… era la placenta que se había quedado en su adentro.

Pese a que ya hacía más de una hora se había llamado a la ambulancia, pues esta venía desde Mutatá, no había señal de “humo”, la ambulancia no llegaba; mientras tanto los enfermeros hacían todo lo humanamente posible por salvar la vida de Eliana, minutos más tarde llegó la tan anhelada ambulancia; Eliana llora mientras con esfuerzo es subida a ésta, para ser traslada a un hospital y recibir la atención adecuada, pero, el temor se apodera de todos, cuando al haber recorrido un lapso de dos minutos, la ambulancia se apaga, pues sí, se había varado y aunque trataron de prenderla a empujones, esta no encendió más.

No hay tiempo, la vida de Eliana se nos va: dijo el IT. Guiza, por lo que desesperados ubicaron a un viejo “UAZ” de latonería corroída por el óxido, sin color definido por el efecto del tiempo, cubierto del barro amarillento de la zona;  para que la trasladase, y así fue, en medio de la incomodidad, por ser estos vehículos tan pequeños, fue subida Eliana en la parte de adelante donde va el conductor, iba acompañada de la enfermera que llegó con la frustrada ambulancia, quien le prestó los primeros auxilios, y finalmente Eliana es atendida en el hospital central de Mutatá, logrando recuperarse y volver al seno de su familia, junto con sus hijas.

Esta familia, eternamente agradecida con la Policía Nacional, dio el nombre de una de sus hijas, en honor a ellos, los policías, pues uno de ellos pidió que se le pusiese Valeria.

Estaban los policías en el lugar indicado y en el momento exacto, su valor y compromiso, sumado a las habilidades, no sólo con las armas, salvaron la vida de tres seres humanos, que de no haber estado allí… otro final, triste y trágico tendría esta historia.



El paseo de la urgencia