Es
paradójico que la misma escuadra –grupo
de policías, conformado por 12 hombres-
que hacía sólo dos meses ofrendó la vida de uno de sus policías, ahora
utilizaran sus habilidades, y no precisamente con las armas, sino para salvar
tres vidas en Pavarandó.
Era
la madrugada del 17 de agosto del 2012, precisamente un
día sábado, que como de costumbre en el corregimiento de Pavarandó, no contaba
con servicio en el centro médico. Pavarandó, un lugar en medio de la selva
tropical, donde se mezcla la lluvia con el sol, y el verde de sus árboles
adornan los atardeceres, dando sombra a la viviendas y a quienes buscan bajo
sus hojas un descanso, sus mañanas un poco frívolas, obligan a sus habitantes a
cubrirse un poco más de lo normal.
“Son
pocas las horas que duermo en las noches” exclamó el Intendente (IT.) -Tercer
grado del Nivel Ejecutivo de la Policía Nacional- Guiza, “siempre estamos alerta
ante cualquier emboscada por parte de los contrarios (subversivos)”, continúa
diciendo el IT., “…cada día es una oportunidad más de vida para los que nos
encontramos aquí”.
Son
las 4:30 A. M. “una parte de mis hombres custodian el descanso de quienes han
entregado turno” dice el IT.; en unos “cambuches” armados con carpas pixeladas,
sostenidas con madera, ahí se encuentran durmiendo los patrulleros Álvarez y
Zapata, en medio de frio del monte, el zumbar de los sancudos y el canto de los
renacuajos que habitan en los charcos.
Se
ve llegar entre los arbustos a Pedro, hermano de Eliana, a quien sus ojos
somnolientos delataban preocupación y a la vez pedían ayuda, “acompáñenme a mi
casa, Eliana va a parir y no hay médico ni partera” dijo Pedro al IT. Guiza; se
dirigió entonces hacia el “cambuche” el IT. para despertar a los patrulleros
Alvarez y Zapata, pues estos son los enfermeros de escuadra. Pero… nunca antes
estos policías habían atendido un parto en este, casi que olvidado, lugar,
conocido como ya se ha mencionado, Pavarandó, ubicado a una hora de su
municipio principal, Mutatá, aunque en ocasiones el recorrido pareciese ser más
largo, por su pedregoso camino y la lentitud de los “UAZ” - vehículos camperos
- los únicos que entran a esta zona.
A
una humilde casa de madera y plástico, un hogar en el que el aire escaseaba
para los presentes, ante el reducido espacio de la humilde vivienda; llega el
IT. y los patrulleros, acompañados por Pedro y otros policías encargados de la
seguridad; los ladridos de un perro negro los recibe, adentro se encuentran
varias personas inquietas, casi que desesperadas, todos familiares, según lo
manifiesta Pedro. En una rustica cama se encuentra ella, Eliana, su aspecto
pálido, el sudor corría por todo su cuerpo, y lágrimas por sus mejillas, que al
ver la presencia de los enfermeros policías, hacen brillar sus ojos, como una
luz de esperanza.
Pocos
elementos, pero los necesarios como para iniciar con el parto, el vientre de
Eliana a punto de reventar, el patrullero Zapata haciendo las veces de
auxiliar, mientras el patrullero Álvarez se prepara para recibir la criatura, que
por primera vez vería la luz del mundo, en la puerta el Intendente Guiza, listo
para realizar las primeras atenciones de la bebé, en la cocina la madre de
Eliana calentando el agua para bañar a la recién nacida. Puja fuertemente
Eliana, un llanto muy fuerte se escucha ¡Que alegría! a nacido Valeria, la toma
en sus brazos en IT. para lavar su pequeño cuerpecito. Pero… ¿Qué pasa? Eliana
sigue teniendo contracciones ¡No puede ser! Hay otro bebé en su vientre, pues
Eliana sólo hasta ese día, vino a darse cuenta que llevaba más de un ser en su
vientre.
Nace la segunda bebé, el asombro se
apoderaba de todos en aquella casa, eran sentimientos encontrados, sin embargo,
la alegría era el mayor sentimiento que podían reflejar; han nacido las dos
criaturas, Eliana sigue teniendo mucho dolor, hay confusión entre quienes
atendían el parto, entra la incertidumbre de la existencia de otro bebé, pero
no salía, Eliana se estaba quedando sin fuerzas, su vida estaba corriendo
peligro… era la placenta que se había quedado en su adentro.
Pese a que ya hacía más de una hora se
había llamado a la ambulancia, pues esta venía desde Mutatá, no había señal de “humo”,
la ambulancia no llegaba; mientras tanto los enfermeros hacían todo lo
humanamente posible por salvar la vida de Eliana, minutos más tarde llegó la
tan anhelada ambulancia; Eliana llora mientras con esfuerzo es subida a ésta,
para ser traslada a un hospital y recibir la atención adecuada, pero, el temor
se apodera de todos, cuando al haber recorrido un lapso de dos minutos, la
ambulancia se apaga, pues sí, se había varado y aunque trataron de prenderla a
empujones, esta no encendió más.
No
hay tiempo, la vida de Eliana se nos va: dijo el IT. Guiza, por lo que desesperados
ubicaron a un viejo “UAZ” de latonería corroída por el óxido, sin color
definido por el efecto del tiempo, cubierto del barro amarillento de la zona; para que la trasladase, y así fue, en medio de
la incomodidad, por ser estos vehículos tan pequeños, fue subida Eliana en la
parte de adelante donde va el conductor, iba acompañada de la enfermera que
llegó con la frustrada ambulancia, quien le prestó los primeros auxilios, y
finalmente Eliana es atendida en el hospital central de Mutatá, logrando
recuperarse y volver al seno de su familia, junto con sus hijas.
Esta
familia, eternamente agradecida con la Policía Nacional, dio el nombre de una
de sus hijas, en honor a ellos, los policías, pues uno de ellos pidió que se le
pusiese Valeria.
Estaban
los policías en el lugar indicado y en el momento exacto, su valor y
compromiso, sumado a las habilidades, no sólo con las armas, salvaron la vida
de tres seres humanos, que de no haber estado allí… otro final, triste y
trágico tendría esta historia.